Lunes olvidados.
Puedo contar con los dedos, las veces que te vi desde que ya no llevábamos ese curso dónde te conocí; las puedo enumerar porque me importabas mucho. Verte por lo menos era un consuelo.
Una carta anónima; fue el único acto de valentía que hice para que supieras que alguien por ahí, sentía muchas emociones por ti. Nunca me atreví a más, mas de ese ritual humano de perderme en el amor; hacértelo saber o insinuartelo por lo menos.
En el caso hipotético de que me correspondieras de igual proporción en esa apuesta, ya había imaginado el costo - beneficio. Era ridículo, tú perdias y yo ganaba, no era justo, el amor nunca es justo.
Admiraba tu responsabilidad, tu optimismo, tus ganas de hacer bien las cosas. Eras lo contrario a mí, sin voluntad, sin arraigó a la realidad, estaba sumido en una despreciable mediocridad.
Te sentaste junto a mi aquel día, supongo que tenías una exposición en otro curso. Traías saco y pantalón, <las mangas> murmurabas, necesitan arreglo de una costurera; sonreías, me acuerdo que esa vez traías unos lentes, nunca te había visto con uno, eso no lo puedo olvidar. Te contemplaba en silencio; el profesor de ese curso el aburrido Tellez, la verdad no lo escuchaba en lo más mínimo, te miraba de reojo con calma. Como quien mira por la ventana cuando empieza a caer gotas de lluvia y mojan poco a poco el asfalto. Como una llovizna termina, también acabó la clase de Tellez. Fue la única vez que tuve la ocasión de verte un tiempo prolongado sin interrupciones. La nostalgia de ese momento lo recuerdo todavía. Recuerdo la tristeza que sentía ese día; y con tan solo verte ese instante se transformó en felicidad, fue una mezcla de emociones, extraña pero inolvidable.
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