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Aprendiendo a ser yo - Greg Egan

Tenía seis años cuando mis padres me contaron que había una pequeña joya oscura dentro de mi cráneo, aprendiendo a ser yo. Arañas microscópicas habían tejido una finísima red dorada por todo mi cerebro, de forma que el entrenador de la joya pudiese escuchar los susurros de mis pensamientos. La joya en sí fisgoneaba en mis sentidos y leía los mensajes químicos que portaba mi flujo sanguíneo; veía, oía, olía, gustaba y sentía el mundo exactamente igual que yo, mientras el entrenador examinaba los pensamientos de la joya y los comparaba con los míos. Cuando los pensamientos de la joya eran incorrectos, el entrenador -a mayor velocidad que el pensamiento- rehacía ligeramente la joya, alterándola por aquí y por allá, buscando los cambios que corrigiesen sus pensamientos. ¿Por qué? De forma que cuando yo ya no pudiese ser yo, la joya pudiese hacerlo por mí. Pensé: si oírlo me hace sentir extraño y mareado, ¿cómo se sentirá la joya? Exactamente de la misma forma, razoné; no sabe que es la joy...

Nadie conoce esta pequeña rosa - Emily Dickinson

Nadie conoce esta pequeña rosa. Podría haber sido una peregrina si no la hubiera cogido yo de los caminos y te la hubiera ofrecido a ti. Sólo una abeja la echará de menos, sólo una mariposa, apresurándose tras un largo viaje para descansar en su regazo. Sólo un pájaro se preguntará dónde está. Sólo una brisa suspirará. ¡Ah, pequeña rosa, qué fácil, para alguien como tú, morir!

¡No soy Nadie! ¿Quién eres tú? - Emily Dickinson

¡Yo no soy Nadie! ¿Quién eres tú? ¿Eres tú nadie también? ¿Es que hay un par de nosotros? ¡No lo cuente! ellos se enterarían tú sabes! qué triste ser alguien qué público como una rana  decir su propio nombre a lo largo del Verano a un admirativo Pantano.

Buenos días medianoche - Emily Dickinson

Buenos días medianoche Vengo a casa El día se cansó de mí  ¿Cómo podría yo cansarme de Él? La luz del sol era un lugar placentero Yo quería quedarme  Pero el día ya no me quiere ¡Así que buenas noches día! ¿Puedo mirar cuando el poniente se tiña de rojo? ¿puedo? Los Montañas tienen algo en ese instante Que hace del Corazón un extranjero. No eres muy razonable medianoche Yo elegí el día Pero por favor acepta a esta niña a la que él rechazo. 

En una noche que debió ser de lluvia - Roberto Juarroz 1963

En una noche que debió ser de lluvia o en el muelle de un puerto tal vez inexistente o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie, se me cayó una parte mía. No ha dejado ningún hueco. Es más: pareciera algo que ha llegado y no algo que se ha ido. Pero ahora, en las noches sin lluvia, en las ciudades sin muelles, en las mesas sin tardes, me siento de repente mucho más solo y no me animo a palparme, aunque todo parezca estar en su sitio, quizá todavía un poco más que antes. Y sospecho que hubiera sido preferible quedarme en aquella perdida parte mía y no en este casi todo que aún sigue sin caer.

Pelos de Perro - Lydia Davis 1947

El perro ya no existe. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la loca esperanza de que si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro.

Lunes olvidados.

Puedo contar con los dedos, las veces que te vi desde que ya no llevábamos ese curso dónde te conocí; las puedo enumerar porque me importabas mucho. Verte por lo menos era un consuelo. Una carta anónima; fue el único acto de valentía que hice para que supieras que alguien por ahí, sentía muchas emociones por ti. Nunca me atreví a más, mas de ese ritual humano de perderme en el amor; hacértelo saber o insinuartelo por lo menos. En el caso hipotético de que me correspondieras de igual proporción en esa apuesta, ya había imaginado el costo - beneficio. Era ridículo, tú perdias y yo ganaba, no era justo, el amor nunca es justo. Admiraba tu responsabilidad, tu optimismo, tus ganas de hacer bien las cosas. Eras lo contrario a mí, sin voluntad, sin arraigó a la realidad, estaba sumido en una despreciable mediocridad. Te sentaste junto a mi aquel día, supongo que tenías una exposición en otro curso. Traías saco y pantalón, <las mangas> murmurabas, necesitan arreglo de una costurera; sonr...